Artículo de la COOPERATIVA SANTA CLETA de Sevilla.
El uso de la bicicleta por parte de las mujeres facilita su movilidad, y se convierte en una herramienta aliada para el aumento de la participación en la vida pública y en la toma de decisiones de estas mujeres.
Hace dos meses pusimos en marcha un proyecto de investigación, formación y comunicación para promover el uso de la bicicleta por parte de las mujeres en Sevilla. Si recurrimos a la historia, hay que recordar que las mujeres comenzaron a utilizar pantalones bombacho en el siglo XIX para poder circular en bicicleta. Hay muchas personas que piensan, incluso, que la bicicleta ha hecho más por los derechos de la mujer que cualquier otro instrumento.
Ahora, en pleno siglo XXI, nos encontramos con una realidad: la movilidad de las mujeres hasta la actualidad ha sido más reducida que la de los hombres y lo sigue siendo. Las mujeres tienen menos licencias de conducción, sólo hay un transporte que utiliza más que los hombres: el transporte público. La estadística de uso de la bicicleta como medio de transporte en ciudad es menor en mujeres que en hombres, pese a ser un foco potencial de crecimiento del uso de la bici.
Cuando comenzamos a investigar y a elaborar una prospección de género y movilidad en diciembre de 2013 a través de mesas de diálogo, de recabar información cualitativa por parte de mujeres con diferentes perfiles y de hacer una serie de encuestas llegamos a diferentes conclusiones. Efectivamente, la mayoría de las mujeres que nos encontramos “querían utilizar la bicicleta en su vida tanto como medio de transporte diario, como por ocio y deporte”. Más de un 80 por ciento creían que la bicicleta debía estar en sus vidas. Sin embrago, nos preguntamos: ¿y por qué entonces hay tanta diferencia de uso de la bicicleta entre mujeres y hombres?
La bicicleta es una herramienta que trabaja muchos factores: implica su aprendizaje, dominio y esfuerzo, los cambios en los hábitos en la ciudad, ya que conlleva no utilizar el coche u otro medio, y hacer ejercicio de forma diaria. Esto a su vez implica un cuidado del propio cuerpo y de la ciudad, por lo que se toma más conciencia. Por tanto, con el uso de la bicicleta como medio de transporte una mujer se hace más consciente del entorno. También proporciona cualidades positivas como una mayor libertad de acción y movimiento, a la vez que provoca una sensación de libertad.
La autonomía personal se trabaja desde aspectos tan simples como montar en bicicleta”
Dentro de esta prospección de movilidad y género se dieron clases para aprender a montar en bicicleta. Tras abrir la inscripción del curso se llenaron las diez plazas y recibimos decenas de llamadas de mujeres que querían aprender y “apuntarse al siguiente curso”, todo esto en 48 horas. Esto ya fue un indicativo del interés que existe por parte del colectivo de las mujeres. Las personas que participaron en el curso fueron encuestadas y un 75% había intentado aprender a montar en bicicleta en algún momento de su vida. De éstas, un 62,5% situó el aprendizaje de esta destreza durante su infancia. Los motivos por los cuáles estas mujeres no aprendieron a montar en bicicleta giraban en torno a dos factores principales, uno es el entorno familiar y social, que no fomentaba el uso de la bicicleta, bien porque no se disponía de una en propiedad o bien porque no se utilizaba en su casa o barrio.
El segundo de los factores tiene que ver con la inseguridad percibida por las mujeres sobre la bicicleta como medio de transporte. Tras la primera caída, el abandono en el aprendizaje es inmediato. Sin embargo, el discurso de utilidad y empoderamiento de la bicicleta estaba muy asumido por ellas y querían aprender. Los principales motivos para aprender son: “ver la bicicleta como esa herramienta de empoderamiento y, por otro lado, como un medio de transporte eficaz”. La bicicleta les va a facilitar y flexibilizar su movilidad y les va a permitir participar en más actividades de deporte (un 50%) y de ocio (un 20%). La falta de esta destreza la perciben como una limitación en su día a día. Por lo que aprender a montar en bici también significa cambiar las cosas y echar un pequeño límite o barrera abajo.
La mayoría vieron la bicicleta como el medio de transporte idóneo para desplazarse por la ciudad. Además, destacaron que respetaba el medio ambiente. Otro factor nombrado fue cómo mejoraba su bienestar físico y su bienestar social. La bicicleta también está relacionada con una mayor socialización. Poco a poco fuimos descubriendo detalles interesantes como una movilidad feminizada que transcurre en horarios no laborales (puede ser en horario de ir a hacer la compra o recoger a los niños del colegio). De esta forma, también irrumpen los ciclos vitales de las mujeres que tienen que ver en su vida y por tanto en su movilidad y percibimos limitaciones en el uso de la bicicleta en función del ciclo de vida. También, existen diferencias de género en el uso nocturno de la bicicleta, siendo los hombres quienes más usan este servicio por la noche. Aquí es donde aparecen los sentimientos de inseguridad y los miedos. Hay muchos factores que diferencian el género mediante la presión social, los cuales incentivan la percepción del miedo en mujeres. La iluminación del carril bici y la señalización de las bicicletas en horarios nocturnos se percibe como una mejora necesaria para aumentar el uso de la bicicleta en la ciudad por parte de las mujeres.
Recurriendo a algunas de las definiciones de autoridad femenina, los conceptos de empoderamiento y ciudadanía buscan, desde la óptica feminista, que la autoridad de la mujer se construya de una forma diferente. Olvidando, o dejando atrás, la autoridad tradicional que ha ejercido el hombre y que, a la postre, ha dejado a la mujer condicionada a un rol de dependencia, y ajena a la toma de decisiones de forma generalizada. De hecho, la simple búsqueda de una autoridad femenina ya cuestiona el origen de la autoridad masculina y, por lo tanto, discute y cuestiona dicha autoridad. Además, la idea de ciudadanía entendida de una forma integral, donde lo primordial es la posesión de elementos de bienestar y de derechos, debe aplicarse también de forma óptima y eficaz al papel de la mujer, de modo que así pueda operar dentro del sistema de poder. En este ámbito, la bicicleta es un elemento de bienestar.
El empoderamiento significa que la participación de las mujeres en la vida pública y en la toma de decisiones aumenta. Este empoderamiento hace que la mujer pase a un papel activo en la sociedad y se haga dueña de su vida y del entorno. Estos tres conceptos de empoderamiento, autoridad femenina y ciudadanía son elementos que se pueden construir y trabajar hasta convertirlos en una realidad social. Al tomar esta línea de trabajo a través de herramientas cotidianas de la vida diaria, la bicicleta irrumpe como una herramienta útil de empoderamiento ciudadano por muchos motivos. Su uso por parte de las mujeres facilita su movilidad y se convierte en una realidad aliada.
Existen mujeres que a lo largo de la historia desde el siglo XIX han visto el potencial que una bicicleta presta hacia la independencia. Muchas mujeres se dan cuenta de la posibilidad de mejorar la capacidad de movimiento al hacer más kilómetros en menos tiempo en un entorno cercano. Ahora, en muchas ciudades ya hay infraestructuras que podrían ser utilizadas por más cantidad de población y una de las formas de ampliar el foco de uso es llegar a las mujeres. Darle un espacio señalado a las mujeres en el uso de la bicicleta es uno de nuestros objetivos, ya que propicia un mayor uso de este transporte y aportar el marco estratégico que contribuye a la obtención de los objetivos territoriales y ambientales que tiene planteados la Comunidad Autónoma Andaluza.
Por ello, esperamos que un día haya una bicicleta por cada mujer en Andalucía.